Somos una sociedad oral y el APRA lo sabe perfectamente. Por ello, de la mano del magnate de la persuasión Alan García, que puede dejar estúpidos a cualquiera llegando a darle la razón en cuanto a gestiones políticas se refiere.
“Alan habla muy bonito”, “Sabe hablar”, “No se cómo pero me convence”. Muchas personas que han vivido la época gris del primer gobierno de Alan García estaban convencidos de que Alan no era el indicado para volver al poder, pero cuando lo escucharon en sus mítines, en la tele, en la radio, terminaron convencidos de que tiene derecho a una segunda oportunidad. Alan gana popularidad mediante el apoyo de su discurso oral, en sus variados mítines por el Perú, en especial en su querido Trujillo. El APRA se coge de este gran potencial para entrenar a futuros integrantes a sus filas, siendo semillero de nuevas generaciones de políticos, apristas, valga la redundancia. Un famoso y gran poder de persuasión que a través de ella se logra obtener fácilmente. El discurso oral es tan bueno, pero a la vez es tan venenoso que logra que muchos políticos ineptos puedan llegar fácilmente obtener una curul con solo dar unas cuantas palabras “bonitas”.
Además, el poder de convencimiento de este discurso oral ha permitido la entrada de mítines, por los cuales muchos de los candidatos se “figuretean” para hacer aflorar sus bondades políticas. Para cada candidato en plena campaña electoral le es indispensable tener su propio mitin. Allí es donde la población los conoce y de esa manera llegan a obtener unos votos. Pero, no nos dejemos engañar.
Los politos, globitos, bandas y uno que otros víveres ayuda a poder lograr esta lealtad para con el candidato en cuestión. Semióticamente, estos artículos extras ayudan mucho a que las personas logren votan por el candidato. Además, la sonrisa de oreja a oreja, la coquetería única de este gordito gigante y las alzada de manos hace que exprese cariño por el pueblo, carisma, aunque poca pero hay está, tratando.
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